Esta vez
me apetece mucho comentar uno de los últimos cartuchos que descubrí para la
Mega en el lejano siglo pasado y que me sorprendió por muchos motivos, pero por
encima de todo, por su enorme adictividad.
Correría
el año 95 o 96 cuando un gran amigo y compañero de correrías varias (tanto en
consola como en el mundo real) me dejó un extraño juego de su colección que,
aunque sospechábamos que venía del lejano Oriente, no era un cartucho japonés al
uso…
La caja
era extraña, con letras que no sabría distinguir si eran japonesas o chinas. Tampoco
tenía las típicas marcas y sellos de Sega o megadrive que acostumbraban a
figurar en las cubiertas de las cajas, ni había ningún catálogo de
instrucciones, pero en su contraportada sorprendentemente incluía fotos que
hacían pensar lo increíble…venían dos juegos en un solo cartucho!
Efectivamente,
era el primer cartucho piratón de mega que veía en mi vida (todavía hoy sigue
siendo el único cartucho pirata al que he jugado), y además del Super Monaco GP,
prometía contener otro juego muy atractivo pero del que desconocía totalmente
su existencia (y eso que en aquellos tiempos llevaba años sin faltar a mi cita mensual
con la Hobby Consolas).
No
obstante, no sé si es que nunca lo llegaron a analizar por aquí o que tal vez
se publicó en un número que se me escapó, pero aunque el juego intentaba
sonarme de algo, era incapaz de ubicarlo mentalmente en el catálogo que conocía
de mi consola (todo sea dicho, hablamos de una época sin acceso a Internet ni a
“romsets”, por lo que desconocía muchísimos títulos…y tampoco me miraba con
tanto interés los artículos de las revistas que hablaban de juegos de
Turbografx –craso error-).
Otras
características “especiales” del cartucho eran que, a la hora de la verdad, no
había forma humana de poder jugar al Super Mónaco…, mientras que el segundo título
tenía una tendencia alarmante a colgarse cuando llegabas a determinadas
puntuaciones (otra “novedad” –por suerte, muy exclusiva- respecto a lo que
estaba acostumbrado en consolas “cartucheras”), pero aún así, ese puñetero juego
misterioso y algo bizarro me hipnotizó por su peculiar estética tenebrosa, su
concepto innovador, sus vistosos gráficos, su impresionante música, y sobre
todo, por la diversión automática que destilaba el conjunto y los buenos ratos
que conseguía (y sigue consiguiendo más de 15 años después) proporcionarme.
Así que como
muchos ya adivinasteis el lunes, hoy hablaré de una joyita un poco
infravalorada en su momento, pero que el tiempo e Internet se han encargado de
poner en su sitio: El apasionante Devil Crash, que en el resto del mundo fue conocido
por el nombre de…